En esta crisis motivada por el virus Covid-19, su trabajo como médico en los hospitales sevillanos Virgen Macarena y San Lázaro, ¿se ha convertido en una profesión de alto riesgo?

Todos los profesionales de la salud nos vemos ahora mismo en una situación de riesgo de contagio. Los que atienden a pacientes con Covid 19 se protegen de un modo especial para entrar en sus habitaciones, pero hay pacientes que no han sido identificados y pueden estar contagiados y contagiando. Debemos pensar que cualquier paciente o familiar, y también nuestros propios compañeros, pueden estar contagiados y ser contagiosos.

Lo mismo ocurre en los domicilios. Cuando acudimos a atender a pacientes de cuidados paliativos en sus casas, tanto los profesionales de los equipos de paliativos, como nuestros compañeros de atención primaria, sabemos que el paciente y familia que atendemos pueden ser un foco de contagio.

Y no olvidemos que también hay personal de riesgo en otros trabajos, transporte, supermercados, etc.

¿Cómo afecta y como se afronta particularmente esta pandemia al sector de los servicios paliativos?

Nos damos cuenta del riesgo que corremos, de la necesidad de protegernos, y de la insuficiencia de medios de protección de los que disponemos. Nos vamos enterando de los casos de contagio en profesionales de atención primaria, de equipos de paliativos domiciliarios, y de urgencias y plantas de hospitales, incluidas las de paliativos, y eso nos afecta.

Intentamos reforzar lo más posible la atención telefónica, y dejar la visita presencial para los casos imprescindibles. Procuramos que todos los pacientes y familiares utilicen mascarillas, y también las utilizamos nosotros, sobre todo desde que hemos empezado a tener disponibilidad. La falta de medios de protección al principio era descorazonadora, y poco a poco vamos teniendo acceso a más medios, aunque todavía deben mejorar mucho.

Tenemos miedo de contagiarnos y de contagiar a los nuestros. El deseo de proteger nuestra salud y la de nuestras familias entra en conflicto con el deseo de ayudar a las personas que necesitan nuestra atención, que están viviendo situaciones muy duras.

Ante ese conflicto, cada uno nos configuramos como podemos.

Ahora más que nunca debemos apoyarnos y cuidarnos entre nosotros, además de cuidar a nuestros pacientes y familiares.

Muchas personas con enfermedades avanzadas y terminales están aisladas de sus seres queridos.  ¿Cómo se combate en estos casos emociones como la soledad, el pánico o la ansiedad?

Cuando he entrado en una habitación de aislamiento por Covid19 lo he hecho con un equipo de protección individual adecuado, y eso me ha permitido acércame lo suficiente y durante el suficiente tiempo para abordar la atención psicológica, emocional y espiritual, y continuar después con un apoyo telefónico… pero eso no siempre es así.

A veces el paciente Covid19 + puede tener un acompañante, si hay es una persona asintomática y sin enfermedades importantes que quiere permanecer junto a él, si el personal lo considera posible, sabiendo que no podrá salir de la habitación, y que después hará 15 días de aislamiento domiciliario. En ese caso, se le explican y proporcionan medidas de protección, y se le dan pautas básicas de cuidados y recomendaciones que faciliten la despedida.

Si va a estar sin acompañante, comprobamos que tenga el timbre a mano, y el personal acude a supervisarlo con frecuencia. Si lo autoriza, se da información de su evolución a la familia, y a veces se intenta facilitar el contacto por videollamada o teléfono u otras medidas que faciliten las despedidas. Se procura concretar y respetar los horarios de información, y ofrecer medidas que faciliten las despedidas si es posible (llamadas, videollamadas, mensajes o cartas que alguien le pueda leer, etc.)

Otros pacientes sin infección por Covid con enfermedades avanzadas se ven afectados por las medidas de aislamiento social. Si están ingresados, solo pueden tener un acompañante, y en domicilio no pueden recibir visitas de sus seres queridos. Todo esto afecta a los pacientes y sus familias.

Se están desarrollando estrategias de apoyo y acompañamiento telefónico para pacientes y familias en situaciones en las que el aislamiento de esta crisis resulta especialmente duro, incluyendo el duelo. Desde el Colegio de Médicos de Sevilla, con el respaldo del Plan Andaluz de Cuidados Paliativos, hemos creado un servicio de acompañamiento y relación de ayuda telefónica para esos pacientes y sus familias.

Cuando un médico detecta esas situaciones, se lo propone al paciente o familiar, y si lo aceptan, les da un número de teléfono del Call Center, que derivará su llamada a uno de los expertos seleccionados por el equipo asesor del Colegio de Médicos. Ya hemos distribuido la información a los profesionales de atención primaria y hospitalaria que atienden estos casos.

En general los hospitales son como ciudades organizadas donde cada profesional tiene una función determinada atendiendo a su responsabilidad, departamento o especialidad. ¿Actualmente en qué se han convertido?

Ahora más que nunca esa organización es imprescindible. Se han introducido cambios organizativos importantes. Al principio ha habido mucho desconcierto. Conforme se va teniendo nueva información se van cambiando los protocolos y la organización, y eso no es fácil de asumir, pero nos hemos acostumbrado a trabajar con esas nuevas funciones de cada uno, y a adaptarnos a los cambios que la situación cambiante genera.

Creo que la capacidad de adaptación es uno de los principales rasgos de la inteligencia humana, y cada día compruebo en mis compañeros esa capacidad. También el resto de la sociedad se está adaptando a estas medidas de aislamiento de un modo excepcional.

En estos momentos qué importancia le da usted a organizaciones como la Fundación New Health, dedicadas a acompañar y cuidar a personas con enfermedad avanzada y/o alta dependencia.

Creo que ahora más que nunca hay necesidad de voluntariado, especialmente para ayudar a personas ancianas que requieren más ayuda en domicilio, y por supuesto en las residencias de mayores, en las que las bajas del personal resultan difíciles de cubrir y la ayuda del voluntariado puede paliar ese déficit mientras se resuelve de otras formas.

New Health y su programa de «Sevilla Ciudad Compasiva» puede ayudar a detectar personas con esas necesidades y facilitar el que sean ayudadas.

Desde el Colegio de Médicos de Sevilla hemos puesto en marcha un voluntariado para asistir a residencias de mayores que lo soliciten. Ya han pasado el proceso de formación más de 70 voluntarios y la lista sigue creciendo. El día 15 de abril haremos otra sesión de formación para los nuevos inscritos (ya hay otros 50). Actualmente estamos colaborando en cuatro residencias, en las que los voluntarios ayudan al personal auxiliar en tareas varias, descargando así para que puedan dedicar más tiempo a las nuevas tareas que conlleva esta situación. El colegio médico les proporciona certificados de movilidad, equipos de protección, formación y apoyo logístico.

Desde Italia llegan noticias de que los médicos tienen que decidir a quién tratar y a quién no, ante la escasez de recursos. ¿Llegaremos en España a esta situación?

El comité de bioética de España ha publicado recientemente un documento con recomendaciones al respecto.

En la situación actual, la priorización y toma de decisiones éticas difíciles es más dramática, pero priorizar es inherente a cualquier sistema de salud, y estamos acostumbrados a ello en los triajes de urgencias, las listas de espera, o la inclusión o no de una prestación en la cartera de servicios. También los conflictos éticos son parte del día a día en la asistencia al sufrimiento humano, en la que entran en juego valores relevantes como la vida, integridad, intimidad, y otros.

Lo primero que debemos hacer para sortear la escasez, es movilizar todos los recursos personales y materiales, públicos y privados, y sumar nuevos recursos, dando prioridad a las cuestiones sanitarias y a la protección a los profesionales sanitarios.

Es fundamental adoptar criterios de asignación de recursos equitativos para todos los españoles, con criterios científicos, clínicos y bioéticos, respetando la dignidad, la equidad, y la protección en la vulnerabilidad. Y es fundamental que nuestros políticos y gestores sean claros, coherentes y transparentes respecto a esos criterios.

Si es necesario racionar recursos, eso supone limitar el derecho a la protección de la salud de algunos, debido a la escasez, y eso solo puede hacerlo la autoridad pública, facultada constitucionalmente para ello.

Los clínicos debemos ponernos a disposición de las autoridades para asesorar en la elaboración de criterios generales y protocolos, y tenemos la obligación de adaptar esos protocolos a cada realidad clínica de modo individualizado. Ningún protocolo de priorización puede evitar la deliberación ética en una toma de decisiones trágica, con recursos escasos y en contexto de máxima tensión. Tan estresante sería no tener criterios generales de priorización, como verse constreñido por criterios que resulten poco éticos en un caso concreto.

Los Comités de Ética Asistencial (CEA) deben estar presentes o muy disponibles en las comisiones permanentes de Covid, para ayudar en la toma de decisiones individualizadas, aunque sigan protocolos y recomendaciones, y para prevenir o resolver conflictos de valores. Tengo el honor de presidir el CEA Sevilla Norte, un grupo humano excepcional que incluye a personas con diversos perfiles profesionales de atención primaria y hospitales, y veo hasta qué punto es un comité de calidad y es mucho más que eso.

En cuanto a los criterios de priorización, a veces se oyen o leen cosas que alarman a la población. Conviene aclarar que no se utilizan criterios rígidos y esclarecer términos como el de “utilidad social”, que es ambiguo y éticamente discutible. Todo ser humano por el mero hecho de serlo es socialmente útil, por su valor ontológico. Sería injusto que las personas cuya salud está más amenazada por un eventual contagio fueran, a su vez, las más perjudicadas por esta crisis.

La OMS en 2016 publicó unas recomendaciones para la gestión de cuestiones éticas en epidemias. Ese documento establece que las decisiones de asignación de recursos deben guiarse por dos principios: el principio de utilidad (aumentar los beneficios y disminuir las cargas), y el de equidad (distribución justa de beneficios y cargas). En unos casos puede ser justa la distribución equitativa de beneficios y cargas, pero en otros es más justo dar preferencia a grupos que están en peor situación.

Si el criterio de priorización fuera solo la capacidad de recuperación del paciente, habría que vigilar y prevenir la mentalidad utilitarista y los prejuicios.

El Comité de Bioética de España recomienda que, en este momento, nuestro sistema sanitario base la toma de decisiones en un modelo mixto, que considere el criterio de utilidad social y los principios de equidad y de protección frente a la vulnerabilidad.

Lo que está claro es que, en una sociedad democrática, la titularidad de derechos no puede estar ligada a la posesión o no de un determinado nivel de conocimientos, habilidades o competencias (una presunta “utilidad social”) sino a la condición de persona.

Y no debemos olvidar en la toma de decisiones, que debemos buscar el interés de todos los pacientes ingresados, no solo por COVID. El sistema tiene el mismo deber de atenderlos a todos y debemos retomar lo antes posible de modo gradual otras actividades sanitarias que resultan fundamentales para la vida de muchas personas.

 ¿Qué considera esencial en estos momentos?

Debemos respetar las recomendaciones de los expertos y mantener la esperanza. Saldremos adelante. Es muy importante cuidar a los profesionales sanitarios y a otros profesionales que se arriesgan cada día: proteger la salud de quienes protegen la de todos. Ser fieles al principio de justicia (priorizar a quien ha expuesto más su salud en beneficio de todos), y al principio de reciprocidad (apoyar a quien asume una carga o riesgo desproporcionado al proteger el bien común).

Para los profesionales sanitarios es un privilegio ayudar a canalizar y organizar las ganas de ayudar que tiene la población. Sin esa participación social sería imposible plantar cara a esta crisis, que no es solo sanitaria. Y algo así les toca hacer a los políticos.

Es esencial que los políticos ejerzan el privilegio de poder ayudarnos a canalizar las ganas de recuperación y la solidaridad que estamos demostrando tener. Esta crisis acarreará una crisis económica y social sin precedentes. Podemos evitar que las clases más desfavorecidas paguen las consecuencias de la crisis de un modo dramático. Es necesario reforzar el estado social y democrático de derecho.

Considero fundamental exigir que no se nos oculte la verdad. Los españoles estamos demostrando prudencia y madurez como sociedad en nuestra respuesta al estado de alarma.

Adela Cortina decía hace poco en una entrevista que los políticos deberían de invertir las energías y el dinero en cuestiones que son básicas para todos, y no tanto en todas estas disensiones que se llevan entre sí. No tienen que ser en absoluto los protagonistas de la vida pública: democracia quiere decir gobierno del pueblo, y el protagonista debería ser el pueblo. Un hermano mío me escribía hace poco que, al final, lo que pase aquí dependerá en gran medida de los que hagamos los ciudadanos y las empresas, y España y los españoles tenemos una gran capacidad de trabajo y de recuperación.

Cuando termina su jornada y sale del hospital. ¿Cuáles son sus sensaciones? 

Llego a mi casa y disfruto de convivir con mi familia, aunque con restricciones.

Por miedo a contagiarlas me he aislado parcialmente en una habitación distinta, con una cama pequeña y el ordenador. En las comidas coincido con ellas, aunque me mantengo a una distancia prudente, y cuando vemos una peli, charlamos, o jugamos a algo, lo hago siempre un poco apartado. Además, se han volcado en ayudarme en las tareas de voluntariado en las que colaboro con el Colegio de Médicos de Sevilla, y eso nos ilusiona.

Sin duda mi familia es lo mejor que hay en mi vida, e inmediatamente después situaría a mis amigos y mi profesión, que no cambiaría por nada.